Lo bueno era que la batalla sería en territorio amigo, nos dimos cuenta nada más pisar la Ciudad Condal. En cada bar que pisamos (y fueron muchos) los lugareños nos animaban y nos vitoreaban para que ganáramos a los merengues.
Merengue que por cierto llevábamos uno de polizón, con el que estaríamos hasta la entrada del estadio. La verdad es que el día nos fué rodado, se hizo hasta corto hasta que empezó el partido. Cogimos una pensión donde pasar la noche y nos instalamos por los alrededores del estadio de Monjuit.Camino del estadio paramos a esperar a otro canfranero que venía en autobús, sufriendo por no poder expulsar todas las cervezas ingeridas en el largo camino.
Llegó el momento, entramos al ruedo, aquí nos separamos de nuestro amigo madridista que se va al otro fondo del campo.
Del partido que voy a contar que no sepáis, temor, alegría, preocupación, tensión... En un campo que estaba rendido a los zaragocistas, que no paramos de animar ni un minuto, todo explotó con el gol de Galletti camino de los penaltis.Pitido final, se desborda la locura, abrazos con todo el mundo, haciendo temblar las gradas de un estadio que desde que Rebollo encendió el pebetero 12 años antes no había vivido tal expresión de júbilo.Mientras en el videomarcador nos aburrían con imágenes de Beckam llorando, los nuestros empezaban la vuelta de honor con la copa en volandas.
Esta foto es de mis favoritas, jajaja.
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